13 de marzo de 2013

A la orden niña fresa.

Me encanta salir con amigos. Me encanta pasar momentos agradables con la gente que quiero. Lo más normal es que al centro haya un plato con algo comestible, no por que sea una ley irrefutable, si no por que es lo 'normal y común'. Por que somos unos glotones que adoran la comida, que es necesaria y deliciosa; al parecer hace mas amenas y divertidas las reuniones o simplemente es que en nuestras ajetreadas vidas de adultos solo contamos con los tiempos de comida para compartir con esas personas, entonces ahí vamos a comer fuera.

Yo, de alguna manera detesto comer fuera. Vivo con la angustia constante de que me quedaré sin comer, que pagaré el doble que el resto por mis comidas especiales, que me darán la orden equivocada, las personas con las que voy me mirarán extraño y harán muchas preguntas, las personas que me atienden me mirarán MUY raro y dudarán de mi salud mental, no tendré lo que quiero, me quejaré y por último, pero no por ello menos importante, dejarán algún regalo indeseable en mi comida como muestra de su aprecio por esta consumidora tan excéntrica.

Siempre he sido rara para comer. Me han preguntado cómo es que sigo viva, qué es lo que como. Y no me refiero a hace pocos años. Ha sido siempre así.
Hace un año llegó a mi vida la pizza, hace unos meses el sushi. Irónicamente no podía siquiera ver las verduras cocidas en un plato de sopa. Recuerdo cuando el kiwi me hacía retorcer la cara. Ahora no entiendo cómo pude vivir sin esas cosas deliciosas.

Volviendo al punto. El lunes, por primera vez en años, tomaron mi orden sin hacer caras y sin preguntas extras, llegó mi comida calientita a la mesa, la abrí y sonreí al ver el queso, las verduras en masa y el guacamole, con su salsa deliciosa. Todo en su lugar y con porciones adecuadas, sin necesidad de levantarme a que le cambiaran algo.

Mis amigos se ríen de mi, pero de verdad es cansado y fastidioso esto. Sé también que es mi decisión, pero sería muy agradable que hubiera más opciones, que fueran baratas y deliciosas. Donde no tuviera que pagar el doble sólo por quitarle el jamón.

Aunque esto no es solamente cuando vamos a comer fuera. Si lo piensan con claridad, en las fiestas ¿Qué come la gente? Ahí voy yo por la vida llevando mi propia comida a las fiestas o quedándome sin comer, luego me trago bolsas enteras de paas y caguamas para saciar el hambre. Esto no es de dios. Eso explica porqué ni la bicicleta pueden disminupir algunas partes de mi cuerpo. XD

De verdad, me encanta salir a comer con amigos, pero a  la otra, vayamos a preparar algo rico, o de vez en cuando vamos a un lugar que me guste más. Creo que la aplicaré mejor en mi cumpleaños. No van a tener su carne asada ni su pizza de pepperoni, digo, sólo esa vez. Soy tan cruel.

Debo continuar con las madrecitas. Nada de tierra, ya saben. :)

PD: Amo bailar. A que no sabían eso.
PD2: Quiero una caguama.
PD3: Les dejo unas estenopeicas que tomé en Salamanca  (antes de limpiar el sensor de mi cámara). Creo que empezaré a sacar fotos ineditas aquí en cada publicación. De esas que no se ven en facebook :P


La vista desde la ventana de mi cuarto.

Extraño ese poster de la Plaza Mayor.

El patio trasero.

...

Calle San Quintín.

Luz luz luz.



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