No retengo muchos recuerdos, se me pasan fechas, nombres, acontecimientos, incluso a veces se me olvidan cosas que dije o pensé. Pero no puedo olvidar los ojos sorprendidos y asustados de mi hermano el día que nació. Una de las ventajas de tener un médico en la familia es poder ver a un recién nacido, apenas limpiado, en una sala de espera y quizás antes que su propia madre. No recuerdo bien como pasó, si dijeron algo, si fue de día o de noche. Solo recuerdo esa mirada. Que observaba con recelo a los presentes, a las cosas. Debimos tomar eso como una señal, un anuncio de que durante el resto de su vida sería el inquieto, el que no se cansa de buscar, el que quiere siempre más.
Y es que mi hermano se va. Si, de cierta manera me da envidia, está en una linda ciudad, responsable de su propia persona y estará así quizás permanentemente. Yo lo estuve, lo se, pero solo durante algunos meses y es la razón por la que siento celos. Se lo que es. Se lo que está viviendo y es algo que yo no. Sobre todo, que tuvo el valor de hacerlo a los 18 años.
Pero dejémonos de egoísmos estúpidos. Lo que en realidad importa es que lo extraño. Los pasados 5 meses fueron raros y tristes sin él. Estuve pasando por un marasmo emocional y el que me hace reír más, hacer más corajes, el que me canta y me abraza cuando más necesito y me rehúso a recibir cariño.
Las cosas son muy distintas desde entonces. Volví de mi viaje y no sentí el hogar en todo el esplendor. Éstas vacaciones trajeron los recuerdos y me hicieron poner los pies en la tierra por primera vez desde mi regreso. Por fin estaba completo.
Hoy lo veré subirse a un avión y deberé entrenar mi paciencia hasta su retorno. Se que siempre hay una webcam, pero darle zapes en vivo no tiene precio.
Tenía escrito un post sobre la amistad muy a doc con mi reciente adicción desmedida, pero creí que esto era más importante en este momento. Sobre los hermanos.
No coman tierra
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